jueves, 1 de marzo de 2012

La huelga.

Estuvimos comentando el tema de la huelga en clase y usted nos comento de subir en el blog una noticia o anécdotas de este suceso, podría haber puesto cualquier ejemplo de huelga laboral de estos dias ( que no son pocas) pero en su lugar he preferido poner una que ahora cumple 90 años.

Sabemos que la definición de huelga laboral es:

Una acción colectiva emprendida por un grupo de trabajadores, que consiste en negarse a cumplir total o parcialmente el trabajo que le es encomendado.
Normalmente se emplea como medio de ejercer presión en las negociaciones con el empleador, para obtener una mejora en las condiciones laborales, pero ocasionalmente se utiliza como represalia con otros fines.


Mi noticia de huelga es:

La huelga de la Canadenca, esta lucha ha sido una de las huelgas obreras mas impresionantes de la historia, falta hoy una acción sindical a la altura de los tiempos de crisis que corren.

Ante la deriva conservadora de los sindicatos mayoritarios, se debe recuperar una tradición de combatividad de la clase trabajadora que sí, que ha existido realmente, y que ha llegado a provocar en muchas ocasiones un auténtico pánico a la patronal.
También, cuando desde la Unión Europea se ha estado meses presionando para aprobar la directiva para trabajar hasta 65 horas semanales, debemos saber que si hoy el límite todavía son 48 horas, y no es de 50, 54 o 65, no es por ningún gesto de buena voluntad de las instituciones y de los empresarios. No nos dirán desde la Comisión Europea que la rebaja de la jornada laboral fue una conquista con más de medio siglo de esfuerzo atrás, una lucha histórica con centenares de conflictos, llenos de sudor y algunos también de sangre. Tampoco nos dirán que, en el Estado español, se consiguió justamente hace 90 años, cuando una impresionante huelga de la empresa eléctrica “La Canadenca” sacudió Barcelona durante 44 días. El movimiento superó detenciones de miles de obreros y los choques con las guerrillas que habían armado la patronal; una experiencia rica en amarguras y victorias, y un ejemplo de unidad, solidaridad, y combatividad.
¿Qué ocurrió?
La empresa Riegos y Fuerzas del Ebro, conocida como “La Canadenca” (la accionista principal era de Canadá), se encargaba de generar y suministrar en Barcelona la energía eléctrica proveniente del Ebro. Su planta se encontraba en el Paral·lel de Barcelona. Era una empresa dónde no existía la CNT y prácticamente sin experiencia sindical. De una pequeña pugna saldría la huelga general más grande que ha vivido Barcelona en su historia.
El enero de 1919 los trabajadores de oficinas empezaron a organizarse en un sindicato independiente para hacer frente a su temporalidad. La respuesta del gerente, F. Lawton, fue hacer fijos a ocho trabajadores, pero con un salario menor. Cuando estos trabajadores se opusieron, fueron despedidos. El 5 de febrero, el resto de la plantilla empezó una huelga de “brazos caídos”, ocupando las oficinas, pidiendo su readmisión. La respuesta de la empresa fue contundente: envió las fuerzas policiales para desalojar la plantilla y los despidió a todos, 117.
Los despedidos se pusieron en contacto con la CRT y esta constituyó un comité para dirigir la huelga con trabajadores de La Canadenca, de la construcción y la madera. Además de ver una oportunidad para expandirse en una empresa sin sindicación, la CRT veía también el conflicto como un pulso por conseguir, de una vez por todas, el reconocimiento y el respeto de la organización sindical por parte de la patronal y las autoridades.
Los acontecimientos se fueron precipitando. Las demandas que los trabajadores plantearon el 15 de febrero (reincorporación de los despedidos y subidas salariales) fueron rehusadas por la empresa. Seis días más tarde el comité extendía la huelga de las oficinas a la totalidad de la empresa, uniendo a los trabajadores de “cuello blanco” y los obreros. La planta generadora dejó de funcionar y la ciudad de Barcelona se sumergió en un apagón general. Hasta cincuenta tranvías se quedaron encallados en medio de la calle.
El gobierno envió inmediatamente al ejército a ocupar la planta y hacerla funcionar de nuevo. Pero se encontró que el Sindicato Único hizo un llamamiento a todos los trabajadores que aglutinaba, extendiendo la huelga al conjunto de empresas de electricidad, gas y agua de Barcelona. La CNT utilizó así la solidaridad de todo el sector para hacer una mayor presión. También se amplificó territorialmente, con huelgas en Sabadell, Vilafranca y Badalona.
La demostración de fuerza de la CRT fue impresionante. A partir de un parón en La Canadenca, el 70% de la industria de Barcelona había quedado paralizada.
No se hizo esperar la reacción de las autoridades. Desde la Capitanía General y la gobernación civil, se forzó al gobierno del conde Romanones a actuar con contundencia. El 8 de marzo, este dictaba un decreto promulgando la militarización obligatoria de los reservistas, es decir, de los trabajadores entre 21 y 31 años. Se les dejó escoger entre trabajar en órdenes militares o ser encarcelados. Se trataba de una  táctica que había servido para destrozar la huelga ferroviaria de 1912. La sorpresa de las autoridades fue ver cómo la mayoría de los trabajadores de la electricidad, gas y agua, en un acto de firmeza, se negaron a trabajar; más de 3.000 fueron detenidos y traídos a la fortaleza de Montjuïc.
La actividad sindical fue capaz de resistir los encarcelamientos. Al mismo tiempo, la solidaridad, en lugar de parar por la represión, sumó a más sectores. El sindicado de Artes Gráficas impuso la censura roja a la prensa. Los trabajadores de las imprentas dejaban los títulos de las proclamas amenazantes de las compañías, pero su contenido era sustituido por un texto que no tenía nada que ver. Con esto se retrasó una semana su aparición. Los artículos contrarios a la movilización obrera siguieron el mismo camino.
Los carreteros se sumaron a la huelga. Y el 12 de marzo lo hicieron los trabajadores del tranvía, siendo también militarizados.
La organización de la huelga se hizo en la clandestinidad, con Salvador Seguí (conocido como “el noi del sucre” y figura clave de la CRT), y otros dirigentes sindicales que estaban en la prisión desde enero. Las reuniones se hicieron clandestinamente. El diario Solidaridad Obrera continuaba su aparición de forma ilegal y los carteles se colgaban en las paredes, actuando como mecanismo de información y organización de la huelga.
El 8 de marzo se declaraba el estado de guerra y la ciudad quedaba dividida por sectores, cada uno comandado por un general o coronel. Pero las medidas represivas no estaban consiguiendo romper el nervio de la huelga, y el gobierno y patronal-capitanía empezaban a tener crecientes divisiones sobre qué hacer. Milans del Bosch, desde la Capitanía General, empujaba a dar un paso más en la coacción. El gobierno de Romanones temía los efectos de avivar el conflicto.
Y es que simultáneamente, en los meses de febrero y marzo, más conflictos estallaban alrededor del Estado, si bien sin lazos entre ellos: una fuerte agitación en el campo andaluz, una huelga general en Sevilla y motines y saqueos reiterados ante la escasez y los elevados precios del pan en Madrid. Todo esto se sumaba a la huelga de Barcelona y asustaba en gran manera al gobierno de Romanones que, superado por las circunstancias, quería una línea más moderada, de negociación y pactos frente a la línea de pura represión de la patronal y los militares. Así, destituyó al gobernador civil y al cabeza de policía y consiguió sentar las compañías a negociar con los sindicalistas.
El 17 de marzo, tras 42 días de huelga, se llegaba a un acuerdo que era una victoria prácticamente total para los trabajadores: libertad de los encarcelados (exceptuando los que tuvieran un juicio en curso), readmisión sin sanciones de todos los huelguistas y piquetes, ascenso general de los salarios, concesión de la jornada de ocho horas y pago del sueldo perdido durante la huelga.
Aún así, dentro la CNT catalana, había diferentes grupos de afinidad y grupos de anarquistas que se oponían con beligerancia a un pacto que acabara con la huelga. En vez de ver el conflicto como una lucha por el reconocimiento de los derechos sindicales y de mejoras laborales, lo pensaban en términos poco realistas de una revolución prácticamente inminente. La aceptación o no del acuerdo se realizaría el 19 de marzo en un inmenso mitin a la Plaça de les Arenes con unos 20.000 trabajadores. Salvador Seguí, el gran arquitecto de la huelga, hizo uso de sus dotes de oratoria para conseguir neutralizar a los grupos intransigentes que boicoteaban el mitin. Poniendo en disyuntiva a los asistentes, dijo que o se aceptaba el acuerdo o se tenía que asaltar la fortaleza de Montjuïc y hacer la revolución. Los trabajadores aceptaron los términos favorables del acuerdo y el regreso al trabajo.

¿Qué ha quedado?


El desmoronamiento de la huelga general y la represión dejó a la CRT de Barcelona seriamente debilitada. Pero aquello que pretendía la alianza patronal-militar, su aplastamiento, no se consiguió. Más todavía, las luchas en Barcelona actuaron como un revulsivo, proyectando y haciendo crecer a la CNT en el resto del Estado. En el congreso de la CNT a finales de 1919, el sindicato contaba por primera vez con más de un millón de afiliados alrededor del estado. La efectividad del modelo del Sindicato Único había quedado demostrada.
La Canadenca se inscribe en un periodo turbulento de huelgas y luchas obreras. El 1919 vio, sólo en Barcelona, 3’25 millones de días de trabajo perdidos por las huelgas, con unos 156.000 trabajadores implicados. Fue a través de ellos y ellas que se forzaron las mejoras sindicales. También provocaron tal pánico a la patronal, que la hizo abrazar posiciones protofascistas.
Los 44 días de huelga de La Canadenca son un ejemplo de cómo la unidad de todos los trabajadores, más allá de sus profesiones (ya fueran de “cuello blanco” o de “cuello azul”), la solidaridad de todos los trabajadores hacia al conflicto en una sola empresa, y la combatividad de no dejar de mantener la lucha ante la represión de las autoridades, pudo romper con la inflexibilidad patronal, obligándola a negociar y a ceder en prácticamente todas las reivindicaciones.
Pero, además, durante la huelga general siguiente tuvo lugar la promulgación de la jornada laboral de 8 horas (48 horas semanales). Si bien tuvo un carácter formal, sin una aplicación general inmediata, representaba una gran victoria, por ser una reclamación histórica del movimiento obrero internacional desde el Congreso Obrero Internacional de París de 1889 y porque suponía por primera vez, en el Estado español, una ley que actuaba a favor exclusivamente de los trabajadores. Era muy clara la opinión que tenía la burguesía de la jornada de 8 horas. Cambó la calificó como “una de las mayores locuras que la humanidad ha conocido a lo largo de su historia”.
A corto plazo, las 8 horas sirvieron de estímulo para que en muchas empresas las plantillas impulsasen luchas para conseguir su implementación. Y, a medio plazo, la jornada semanal de 48 horas se fue generalizando. Si el 1914 sólo un 13’6% de los trabajadores tenía derecho, el 1920 ya eran un 81’7% y el 1925, un 90%. La patronal se resistió fuertemente a la aplicación, de forma que las inspecciones de trabajo a principios de los años 20 detectaban un incumplimiento de entre el 40 y el 50%. Pero a finales de década se habían rebajado las infracciones al 18%.
Como La Canadenca y la huelga general que la siguió, las luchas se pueden ganar o perder. Pero aunque acaben en derrota, siempre son más positivas que la inactividad. En esta última es imposible encontrar ejemplos y lecciones sobre las cuales aprender y construir nuevas experiencias.

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